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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
8. ¡Cuántas gentes se agolpan para honrar a los grandes
o acuden noche y día donde su damisela!
Mas, vacía está la iglesia; los altares, desiertos;
y una misa muy corta parece un año entero.
9. Vean al cura muy pulcro o al feliz libertino,
al entrar en la iglesia con su porte altanero:
se arrodilla en un banco... mira, saluda y habla,
y a sus anchas camina, como en casa de juegos.
10. Y, ¡cosa abominable!, toma rapé a su gusto,
lo toma y lo recoge por aquí y por allá;
pagado de sí mismo y su porte galano,
ya se mueve, hace muecas o ademanes de orar.
11. De ordinario no llega a adorar al Señor,
sino a rendirle culto a la Venus pagana;
pues a alguna criatura sacrifica gustoso
su mirada y deseos, su postura y palabras.
12. Miren, pero llorando, miren, en otra parte,
a esa mujer ligera, inflada en sus brocados,
con sus lindos zapatos, su cresta de tres pisos,
que a ostentar su figura se llega al lugar santo.
13. Tan lindo personaje se acerca muchas veces
al pie del altar mismo donde vive el Dios vivo,
o hace pose en un banco a fin de que la vean,
que la miren y admiren o que aplaudan sus giros.
14. ¡Tan satánico engendro viene a hacer competencia
al Señor de las huestes de la tierra y el cielo!
¡Jesús queda opacado por sus galas y adornos
y el altar eclipsado por sus joyas y velos!
15. Su perro, su abanico, su aderezo y sus guantes,
muchas veces su Adonis... allí matan el tiempo,
en ocasiones lee... pero busca impaciente
si hay alguien que la mire y admire su atuendo.
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