Cómo laico vinculado a la familia Montfortiana tuve la oportunidad de recibir la acogida de los sacerdotes y tres laicos Montfortianos durante los retiros anuales. Fue un momento de emprender el viaje siempre nuevo y profundo del encuentro conmigo mismo y con mis hermanos espirituales.

Unos días de silencio, reflexión, oración y de volver a lo esencial, a enfrentar los interrogantes que promovió el Espíritu Santo y que mostró bellamente su acción a través de las palabras y el cariño de mis hermanos.

Sin silencio, vaciamiento, oración, meditación y contemplación, no es posible la renovación y encontrar las luces que dirijan el camino de un nuevo año, de proyectarnos a nuevos compromisos y porque no, explorar otro tipo de servicios para con Dios y su Iglesia.

Gracias porque en cada uno, en su acogida, su espontaneidad, su cariño y la apertura al momento de compartir la vida, me sentí un hermano más, derribando distancias que a veces se generan por la imposibilidad de hablar desde el corazón, de exponer con transparencia las dificultades y dolores que todo ser humano sentimos.

Agradezco estos espacios de formación, encuentro y de oración.

Con cariño