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El Secreto de María
69 No te pido visiones ni revelaciones,
ni gustos ni contentos, incluso espirituales.
Para ti el ver claro y sin tinieblas;
para ti el saborear el gozo pleno y sin amarguras;
para ti el triunfar gloriosamente
a la diestra de tu Hijo en el cielo, sin humillación;
para ti el mandar sobre los ángeles,
hombres y demonios,
con poder absoluto y sin oposición;
para ti, finalmente,
el disponer como quieras
de todos los bienes de Dios, sin reserva alguna.
Esta es, ¡oh excelsa María!,
tu mejor parte que el Señor te ha concedido,
y que no te será nunca arrebatada.
Lo cual me llena de inmensa alegría.
Para mí, en este mundo
sólo quiero gozarme en tu alegría:
creer a secas, sin ver ni gustar nada;
sufrir con alegría,
sin consuelo de parte de las criaturas;
morir continuamente al egoísmo,
sin cansarme jamás;
trabajar por ti esforzadamente hasta la muerte,
sin interés alguno,
colaborando para la salvación de todo el mundo.
Te imploro solamente que, por misericordia,
me permitas decir tres amenes todos los días
y en todos los momentos de mi vida:
amén a cuanto hiciste en este mundo
mientras viviste en él;
amén a cuanto haces ahora en el cielo;
amén a cuanto haces en mi alma,
para que en ella habites sólo tú
a fin de glorificar en plenitud a Jesucristo
en el tiempo y en la eternidad.
Amén.
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