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↑ ÍNDICE
El Secreto de María
1º para librarnos de las funestas cadenas del pecado
original y actual que nos han esclavizado;
2º para honrar las cadenas y ataduras amorosas con las
que el Señor quiso dejarse atar a fin de
hacernos verdaderamente libres;
3º para hacernos recordar que sólo debemos obrar
movidos por el amor: se trata, en efecto, de
ataduras de amor (Os 11,4);
4º para recordar nuestra absoluta dependencia de Jesús y
de María en calidad de esclavos.
Muchos célebres personajes que se hicieron esclavos
de Jesús y de María estimaron tanto estas cadenas, que
se quejaban de que no se les permitiera arrastrarlas
públicamente, como hacían los esclavos de los turcos.
¡Oh cadenas más preciosas y gloriosas que los collares
de oro y pedrería de los emperadores, pues nos atan a
Jesucristo y a su Santísima Madre y son su marca y librea!
Sean de plata o de hierro –la comodidad recomienda que
sean de estos dos metales–, no deben dejarse nunca durante
la vida, para que nos acompañen hasta el día del juicio.
¡Qué gozo, qué gloria, qué triunfo para el consagrado,
cuando al sonido de la trompeta resucite adornado todavía
con esta cadena, que, probablemente, no se habrá gastado
aún! Este solo pensamiento bastaría para que te animes
poderosamente a no dejarla nunca, por incómoda que
pueda parecerte.
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