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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              para ganar su afecto. Los deseos de poseer el corazón del
              ser  humano  que  manifiesta  en  él  son  tan  apremiantes,
              la  solicitud  que  revela  para  ganarse  su  amistad  es  tan
              delicada, sus llamadas y anhelos son tan amorosos, que
              –al oírla hablar– se diría que no es la reina del cielo y de
              la tierra y que para ser feliz necesita de los seres humanos
              (Ver Prov 8,15-31).

              66  En busca del ser humano recorre largos caminos o sube
              a la cima de las más altas montañas, ora llega a la puerta
              de las ciudades, ora penetra en las plazas públicas o en
              medio de las multitudes, y grita a voz en cuello: A ustedes,
              hombres, los llamo (Prov 8,4). “¡Oh hijos de los hombres! ¡Los
              estoy llamando desde hace tanto tiempo! ¡A ustedes me
              dirijo! ¡A ustedes llamo y busco! ¡Por su posesión suspiro!
              ¡Escúchenme! ¡Vengan a mí: quiero darles la felicidad!”

              Y para atraerlos con mayor eficacia, añade: “Por mí y por
              mi favor reinan los reyes y dominan los príncipes y los
              potentados,  y  los  monarcas  llevan  el  cetro  y  la  corona
              (Ver Sab 6,21). Yo inspiro a los legisladores la ciencia de
              promulgar leyes justas para gobernar los Estados. Doy a
              los magistrados valor para ejercer, equitativamente y sin
              temores, la justicia”.

              67  “Yo amo a los que me aman y los que madrugan por mí
              me encuentran  (Prov  8,17),  y  al  hallarme,  darán  con  la
              abundancia de todos los bienes, porque yo traigo riqueza y
              gloria, honores, dignidad, delicias perdurables y virtudes
              auténticas (Prov 8,18). ¡Es incomparablemente mejor para
              el  ser  humano  el  poseerme  que  poseer  todo  el  oro  y  la
              plata del mundo, todas las piedras preciosas y los bienes
              del universo entero! ¡Guío a los que vienen a mí por los
              caminos de la justicia y la prudencia y los enriquezco con
              la posesión propia de los verdaderos hijos, hasta colmar
              sus anhelos! (Prov 8,15-21) ¡Persuádanse de que mi mayor
              contento y mis mayores delicias se hallan en poder dialogar
              y morar con los hijos de los hombres!” (Ver Prov 8,31).
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