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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              Lo que hizo pues Luis María de Montfort fue darle nuevas
              perspectivas  a  una  devoción  ya  conocida  y  promovida
              por otros autores. La experiencia vivida por el misionero
              de manera personal e íntima es para él criterio de eficacia
              espiritual,  reforzada  de  manera  probada  por  prácticas
              interiores y exteriores que él propone.


              Hoy  algunas  expresiones  y  términos  literarios  tienen
              que  ser  interpretados  conforme  a  las  sensibilidades  de
              los tiempos y adaptados a la percepción diferente de las
              culturas de los pueblos, con los aportes nuevos: bíblicos,
              teológicos,  antropológicos  y  en  general  de  las  ciencias
              humanas. Pero  el sentir de la Iglesia Universal, es decir,
              del  Concilio  Vaticano  II,  del  magisterio  de  los  Papas  y
              obispos, del testimonio de infinidad de personas formadas
              en  el  sacerdocio,  la  vida  consagrada,  el  compromiso
              bautismal de los laicos, particularmente en América Latina
              y el Caribe, sobre la solidez de la doctrina expuesta en el
              Tratado, y la validez de su eficacia es cada vez más claro y
              significativo. Y reconoce en Montfort a uno de los apóstoles
              e intérpretes más autorizados de la presencia y función de
              María en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

              En síntesis, el interés suscitado por el Tratado se debe a un
              conjunto de características que hace de él un libro denso
              de  significado  y  valores:  estilo  claro  y  conciso,  lenguaje
              sencillo y popular, doctrina sólida y profunda, tono
              convincente e inspirado, testimonio de vida y experiencia
              apostólica.

              Movido  por  su  “amor  innato  a  María”  y  sensible  a  las
              objeciones  de sus  condiscípulos  en San Sulpicio,  que le
              reprochan el divinizar a la Santísima Virgen y amarla más
              que a Jesucristo, Montfort ensancha sus perspectivas y las
              de todos los discípulos de Jesús para interpretar y superar
              la  crisis  religiosa  de  su  tiempo  y  de  tiempos  nuevos  y
              complejos como los del comienzo del Tercer Milenio.


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