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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              aquello  sería  un  monstruo  de  la  naturaleza.  Del  mismo
              modo, en el orden de la gracia, la Cabeza y los miembros
              nacen de la misma madre. Y si un miembro del Cuerpo
              místico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de
              una madre que no sea María, la que engendró a la Cabeza,
              no sería un predestinado ni miembro de Jesucristo, sino un
              monstruo en el orden de la gracia.

              33  [...] Jesucristo es hoy, como siempre, fruto de María.
              El cielo y la tierra lo repiten millares de veces cada día:
              Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Es indudable, por
              tanto, que Jesucristo es tan verdaderamente fruto y obra
              de María para cada hombre en particular, que lo posee,
              como  para  todo  el  mundo  en  general.  De  modo  que,  si
              algún fiel tiene a Jesucristo formado en su corazón, puede
              decir con osadía: “¡Gracias mil a María; lo que poseo es
              obra y fruto suyo, y sin Ella no lo tendría!” Y se pueden
              aplicar a María, con mayor razón de la que tenía San Pablo
              para aplicárselas a sí mismo, estas palabras: Hijos míos, otra
              vez me causan dolores de parto hasta que Cristo tome forma en
                 27
              Uds . Todos los días doy a luz a los hijos de Dios hasta
                                                              28
              que se asemejen a Jesucristo, mi Hijo (ver Gál 4,19)  , en
              madurez perfecta (ver Ef 4,13).

              San Agustín, excediéndose a sí mismo y a cuanto acabo de
              decir, afirma que todos los predestinados –para asemejarse
              realmente al Hijo de Dios– (ver Rom 8,29) están ocultos,
              mientras viven en este mundo, en el seno de la Santísima
              Virgen,  donde  esta  bondadosa  Madre  los  protege,
              alimenta, mantiene y hace crecer... hasta que les da a luz
              para la gloria después de la muerte, que es, a decir verdad,
              el día de su nacimiento, como llama la Iglesia a la muerte
              de los justos. ¡Oh misterio de la gracia, desconocido de los
              réprobos y poco conocido de los predestinados!


              27  “Es verdadera Madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con
                 amor a que naciesen en la Iglesia los fieles que son miembros de aquella
                 Cabeza...” (LG 53; ver 61 y R Mat 20-24).
              28  Ver VD 56
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