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                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                   148    3. María presenta esas buenas obras a Jesucristo,
                   no  reserva  para  sí  nada  de  lo  que  se  le  ofrece;  todo  lo
                   presenta  fielmente  a  Jesucristo.  Si  la  alabas  y  glorificas,
                   inmediatamente Ella alaba y glorifica a Jesús. Si la ensalzas
                   y bendices,  Ella  –como  cuando  Santa  Isabel  la  alabó–
                   entona su cántico: Proclama mi alma la grandeza del Señor
                           106
                   (Lc 1,46) .
                   149   4. Por insignificante y pobre que sea para Jesucristo,
                   Rey de reyes y Santo de los santos, el don que le presentas,
                   María hace que Él acepte tus buenas obras. Pero quien por
                   su  cuenta  y  apoyado  en  su  propia  destreza  y  habilidad
                   lleva  algo  a  Jesucristo,  debe  recordar  que  Él  examina  el
                   obsequio, y muchas veces lo rechaza por hallarlo manchado
                   de  egoísmo,  lo  mismo  que  en  otro  tiempo  rechazó  los
                   sacrificios de los judíos por estar llenos de voluntad propia
                   (ver Heb 10,5-7).

                   Pero si, al presentar algo a Jesús, lo ofreces por las manos
                   puras y virginales de su Madre amadísima, lo coges por
                   su lado flaco –si me permites la expresión–. Él no mirará
                   tanto el don que le ofreces cuanto a su bondadosa Madre
                   que se lo presenta, ni considerará tanto la procedencia del
                   don cuanto a aquella que se lo ofrece.

                   Del  mismo  modo,  María  –jamás  rechazada  y  siempre
                   recibida  por  su  Hijo– hace que su Majestad acepte con
                   agrado cuanto le ofrezcas, grande o pequeño; basta que
                   María lo presente para que Jesús lo acepte y se complazca
                   en el obsequio. El gran consejo que San Bernardo daba a
                   aquellos  que  dirigía  a  la  perfección  era  éste:  “Si  quieres
                   ofrecer  algo  a  Dios,  procura  presentarlo  por  las  manos
                   agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres ser
                              107
                   rechazado” .




                   106   Ver VD 225.
                   107   Ver SM 37; VD 142.
                                                                      425
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