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                                                 Métodos para Rezar el Santo Rosario


                   53   «Esto queda confirmado por una visión de Santa
                   Gertrudis. En el libro IV, capítulo XI, de sus Revelaciones se
                   lee: “En la mañana de una fiesta de la Anunciación de la
                   Bienaventurada Virgen María, mientras cantaban Ave, María
                   en el monasterio donde moraba Gertrudis, la santa vio tres
                   ríos que salían del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y
                   penetraban suavemente en el corazón de la Virgen Madre.
                   Desde ese corazón volvían con ímpetu a su fuente. Este
                   influjo de la Santísima Trinidad daba a María el ser la más
                   potente después del Padre, la más sabia después del Hijo,
                   la más caritativa después del Espíritu Santo”.

                   La Santa supo también que cada vez que los fieles rezan
                   la salutación angélica en la tierra, los tres ríos misteriosos
                   envuelven con ímpetu a María, y, después de haberla
                   inundado en admirable deleite, vuelven al seno de Dios. De
                   esta abundante alegría participan los santos y los ángeles,
                   y también todos los que en la tierra rezan esta salutación,
                   que renueva todo bien en los hijos de Dios. »

                   54   «He aquí ahora las palabras de la misma Virgen a
                   Santa Matilde: ‘Nadie ha hecho jamás cosa más bella que
                   el avemaría. Es imposible saludarme de una manera más
                   dulce a mi corazón que con estas palabras llenas de respeto,
                   con las cuales Dios Padre me saludó.’ »

                   «La Virgen María decía un día a Santa Matilde: ‘Todas las
                   salutaciones angélicas que me diste están escritas en este
                   manto. Cuando esta parte del manto esté llena de avemarías,
                   te llevaré al reino de mi Hijo querido.’ »

                   «Dionisio, el cartujo, a propósito de una aparición de
                   la Santísima Virgen a uno de sus predilectos, observa:
                   ‘Saludemos a María con nuestra boca, nuestro corazón y
                   nuestras obras, para que no pueda decirnos con razón: Este
                   pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí’. »



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