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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su
bondad (Sab 7,25-26).
17 Es la idea sustancial y eterna de la divina belleza,
manifestada a San Juan Evangelista en el éxtasis maravilloso
de la isla de Patmos cuando exclamó: Al principio ya existía
la Palabra –el Hijo de Dios o la Sabiduría eterna– la Palabra
17
se dirigía a Dios, y la Palabra era Dios .
18 En diversos pasajes de los libros salomónicos se habla
de ella cuando se lee que la Sabiduría fue creada o, mejor,
engendrada desde el principio, antes que todas las cosas y
todos los tiempos.
Ella dice de sí misma: Desde el principio me tiene formada,
desde el comienzo, antes de la tierra. Cuando no existía el
abismo... ya estaba (Prov 8,23-24).
19 En esta belleza soberana encontró el Padre sus
complacencias en la eternidad y en el tiempo. Así lo afirmó
Él mismo el día del bautismo y de la transfiguración de
Cristo: Este es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto (Mt
3,17).
Ella es aquella claridad luminosa e incomprensible, parte de
cuyos rayos penetraron a los apóstoles, transportándolos
en éxtasis durante la transfiguración: “(Ella) es una
realidad noble, sublime, inmensa, infinita y más antigua
18
que el universo” .
Si no hallo palabras con las cuales expresar la infinita idea
que me he formado de esta belleza y dulzura soberanas
–aun cuando esta idea esté muy por debajo de la realidad–
17 Jn 1,1. el P. de Montfort percibió claramente el sabor sapiencial del
prólogo de Juan (1,1-18). Los estudiosos de la Palabra nos dicen hoy que
no es posible entender de verdad este prólogo del cuarto evangelio, sin
una continua referencia a los “libros de Sabiduría” del Antiguo Testamento.
18 Expresión tomada del antiguo oficio de la Transfiguración (himno de las
primeras vísperas, estrofa 2).
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