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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
Los patriarcas decían con Moisés que preferían participar
en las aflicciones del Pueblo de Dios para ser eternamente
felices con Él a disfrutar momentáneamente del placer
efímero del pecado (Ver Heb 11,24-26). Padecemos grandes
persecuciones en espera del galardón, añadían los profetas
con David (Ver Sal 69 [68],8; 119 [118],112; Jer 15,15).
Somos víctimas destinadas a la muerte, espectáculo a los ojos del
mundo, de los ángeles y de los seres humanos (1Cor 4,9.13) por
nuestros sufrimientos, y como basura y anatema, decían con
san Pablo los apóstoles, en vista del peso inmenso de gloria
eterna que nos procura este momento de ligera tribulación (2Cor
4,17; AC 9.39).
Contemplamos por encima de nosotros a los ángeles que
nos gritan: “¡Cuidado con perder la corona marcada con la
cruz de Jesucristo! Se la ofrecen, con tal que lleven su cruz
como es debido. Si no la llevan así, otro la llevará en su
lugar y les arrebatará el premio”. “Peleen valerosamente
sufriendo con paciencia –nos dicen todos los santos– y
reinarán por la eternidad (Ver Mt 5,10-12)”. “Sólo daré el
premio, nos dice finalmente Jesucristo, al que sufra y venza
por su paciencia” (Ver Apoc 2,7.11.17.26-28; 3,5.12.21;21,7).
Contemplemos, de otra parte, en el infierno el puesto
que merecemos y nos aguarda junto al mal ladrón y a los
réprobos, si, como ellos, padecemos entre murmuraciones,
despecho y con espíritu de venganza. Exclamemos con san
Agustín: “Quema, Señor, corta, poda, divide, castigando
en este mundo mis pecados, con tal que me perdones en
la eternidad”.
12ª No se quejen jamás de las criaturas
59 No se quejen jamás voluntariamente de las criaturas
que Dios utiliza para afligirlos.
En las aflicciones se dan tres clases de quejas:
–la primera involuntaria y natural: es la del cuerpo que
gime, suspira, se queja, llora y se lamenta. Si el alma
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