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↑ ÍNDICE


                                                      Carta a los Amigos de la Cruz


                   como a esta santa, les arrastran a un estercolero como a
                   Job, maloliente y cubierto de úlceras (Ver Job 2,7.8), sin que
                   les proporcionen ni un trozo de tela para cubrir sus llagas
                   ni un poco de comida que no se le niega ni al perro ni al
                   caballo, y que, para colmo de males, Dios les abandona a
                   todas las tentaciones del demonio, sin verter en sus almas
                   el menor consuelo sensible. Créanlo firmemente, la meta
                   suprema de la gloria divina y de la verdadera felicidad a
                   que debe aspirar el auténtico Amigo de la Cruz consiste
                   precisamente en todo esto.

                      11ª   Cuatro estímulos para sufrir debidamente


                   55   Para ayudarse a sufrir  como es debido, adquieran la
                   santa costumbre de considerar las cuatro cosas siguientes:

                      1) La mirada de Dios


                   En primer lugar, la mirada de Dios, que como rey supremo
                   contempla desde lo alto de una torre a sus soldados que
                   están en medio de la lid, se complace en ellos y los alaba
                   por su valor. ¿En quién fija Dios su mirada sobre la tierra?
                   ¿En  los  reyes  y  soberanos,  sentados  en  sus  tronos?  A
                   éstos casi siempre los mira con desprecio. ¿Contemplará,
                   entonces, los ejércitos triunfantes, las piedras preciosas, en
                   una palabra, lo grande a los ojos de los humanos? ¡No!,
                   pues lo que es grande a los ojos de los humanos es abominable
                   delante de Dios (Lc 16,15). Entonces, ¿en qué se deleita y
                   complace la mirada de Dios, de qué pide noticias a ángeles
                   y  demonios?  Dios  contempla  al  ser  humano  que  lucha
                   por él contra la fortuna, el pecado, el infierno y contra sí
                   mismo; al ser humano que lleva su cruz con alegría.


                   ¿No te has fijado acaso sobre la tierra en ese portento y
                   maravilla tan grandes que causan la admiración de todo el
                   cielo?, le dijo el Señor a Satanás. ¿Te has fijado en mi siervo
                   Job, que sufre por mí? (Job 2,3).


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