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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
Con frecuencia, y hasta con mucha frecuencia, permite
Dios que sus mejores servidores –los más elevados en
gracia– cometan las faltas más humillantes para rebajarlos
a sus propios ojos y a los de los demás, y alejarlos del
pensamiento orgulloso de las gracias concedidas y del
bien que hacen, de suerte que nadie pueda gloriarse ante Dios
(1Cor 1,29), como dice el Espíritu Santo.
6ª Dios nos humilla para purificarnos
47 Tengan la plena certeza de que cuanto hay en nosotros
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ha quedado emponzoñado por el pecado de Adán y
nuestros pecados personales: no sólo nuestros sentidos
corporales, sino también las potencias del alma. De
suerte que, apenas nuestro espíritu corrompido mira
con detención y complacencia algún don concedido por
Dios, ese don, esa acción, esa gracia quedan empañados
y manchados y Dios aparta de ellos su mirada. Si nuestras
miradas y pensamientos echan así a perder las mejores
acciones y los dones más excelentes, ¿qué diremos de los
actos de voluntad propia, mucho más empañados que los
del entendimiento?
No nos extrañemos, entonces, de que Dios se complazca
en ocultar a los suyos al amparo de su rostro (Sal 31 [30],21),
para que no los manchen las miradas de los humanos ni el
conocimiento que tienen de sí mismos. Y para ocultarlos
así, ¡qué cosas no permite y hace este Dios celoso!
¡Cuántas tentaciones permite que los ataquen, como a san
Pablo! (ver 2Cor 12,7). ¡En qué incertidumbres, tinieblas
y perplejidades los sumerge! ¡Oh! ¡Cuán admirable se
muestra Dios en sus santos y en los caminos por los cuales
los conduce a la humildad y a la santidad!
24 El P. de Montfort insiste en esta realidad introducida en nosotros por
el pecado. (Ver AC 51; VD 78.79.83.173.177.178.213).
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