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Carta a los Amigos de la Cruz
9ª Amen la cruz con amor sobrenatural
50 Cuando hablo de amar la cruz, no quiero decir que la
amen con amor sensible. Esto es imposible a la naturaleza.
Hay que distinguir tres clases de amor: el amor sensible, el
amor racional y el amor fiel y supremo. En otras palabras,
el amor de la parte inferior, que es la carne; el amor de la
parte superior, que es la razón; el amor de la parte suprema
o cima del alma, que es la inteligencia iluminada por la fe.
51 Dios no les pide que amen la cruz con el amor de la
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parte sensible. Siendo la carne corrupción y desorden,
cuanto de ella procede queda manchado; más aún, no
puede someterse por sí misma a la voluntad de Dios y su ley
crucificante. Por ello, el Señor, hablando desde ella, decía
en el huerto de los Olivos: Padre... que no se haga mi voluntad
sino la tuya (Lc 22,42). Si en Jesucristo, en quien todo era
santo, la parte inferior del hombre no pudo amar la cruz
sin interrupción, ¿cómo esperar mejor comportamiento de
la nuestra, que es sólo corrupción?
Es cierto que podemos a veces experimentar alegría,
incluso sensible, cuando padecemos. Así la experimentaron
muchos santos. Pero esta alegría no proviene de la carne,
aunque en ella se experimente, sino de la parte superior,
la cual se encuentra tan rebosante de la alegría divina
del Espíritu Santo que llega a redundar hasta en la parte
inferior. De manera que en esos instantes, la persona más
crucificada puede decir: Mi corazón y mi carne exultan por el
Dios vivo (Sal 84 [83],3).
52 Existe otro amor a la cruz que yo llamaría racional.
Radica en la parte superior del ser humano, que es la
razón. Amor totalmente espiritual. Nace del conocimiento
de la dicha que hay en sufrir por Dios. Es perceptible, y lo
percibe el alma a la cual alegra y fortalece. Pero este amor
25 Ver AC 47 nt.
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