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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort


              Todos nuestros tesoros espirituales son ante Dios, el Padre
              de familia, menos de lo que sería para un rey la manzana
              agusanada  que  para  pagar  el  arriendo  le  presentara  un
              pobre colono suyo. ¿Qué haría el pobre hombre, si fuera
              listo y gozara del favor de la reina? Acudiría a ella, que
              –llena de bondad para con el pobre campesino y de respeto
              para con el rey– embellecería la fruta quitándole lo dañado
              y colocándola entre flores en una bandeja de oro. ¿Cómo
              no  aceptaría  el  rey  condescendiente  y  hasta  con  gusto,
                                                                 41
              de manos de la reina, el obsequio de su arrendatario? ...
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              “Si  quieres  ofrecer  algo  a  Dios  –dice  san  Bernardo –,
              procura presentarlo por manos de María, si no quieres ser
              rechazado.”

              38  ¡Ah! ¡Dios mío! ¡Qué insignificante es lo que hacemos!
              Pero confiémoslo a María en plena disponibilidad mediante
              esta  devoción.  Que  así,  tras  entregarnos  a  la  Santísima
              Virgen en la forma más completa, Ella, que es infinitamente
                                                           43
              más generosa, “por un huevo te dará un buey”  –según
              el  dicho  popular–,  es  decir,  se  comunicará  a  nosotros
              íntegramente con sus virtudes y méritos, colocará nuestras
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              ofrendas en la bandeja de oro de su caridad , nos revestirá
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              –como  Rebeca  a  Jacob –  con  los  hermosos  vestidos  de
              su primogénito y único Hijo, Jesucristo, es decir, con los
              méritos de Jesús, que se hallan a su disposición. En esta
              forma,  como  servidores  y  esclavos  suyos,  después  de
              habernos  despojado  de  todo  para  honrarla,  tendremos
              doble  vestidura  (Prov  31,21):  los  trajes,  galas,  perfumes,
              méritos y virtudes de Jesucristo y de María en un discípulo
              y servidor de Jesús y fiel imitador de María, despojado de
              sí mismo y fiel en vivir su consagración.




              41  El mismo ejemplo aparece en la VD 147.
              42  Ver VD 149.
              43  Ver ASE 222; VD 181
              44  Ver VD 144.216.
              45  Ver VD 183-212. Montfort hace un comentario amplio de las figuras bíblicas
                 de Rebeca y Jacob.
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