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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              Confieso que para ser verdadero devoto de la Santísima
              Virgen no es absolutamente necesario que seas tan santo,
              que llegues a evitar todo pecado, aunque esto sería lo más
              deseable. Pero es preciso al menos (¡nota bien lo que digo!):

              1.  mantenerte  sinceramente  resuelto  a  evitar,  por  lo
                  menos, todo pecado mortal, que ultraja tanto a la Madre
                  como al Hijo;
              2.   violentarte para evitar el pecado;
              3.  inscribirte en las cofradías, rezar los cinco o los quince
                  misterios del rosario u otras oraciones, ayunar los
                  sábados, etc.

              100   Todas estas buenas obras son maravillosamente útiles
              para lograr la conversión de los pecadores por endurecidos
              que estén. Y si tú, lector, fueras uno de ellos, aunque ya
              tuvieras un pie en el abismo..., te las aconsejo, a condición
              de que las realices con la única intención de alcanzar de
              Dios  –por  intercesión  de  la  Santísima  Virgen–  la  gracia
              de la contrición y el perdón de tus pecados y vencer tus
              hábitos malos, y no para permanecer tranquilamente en
              estado de pecado, no obstante los remordimientos de la
              conciencia, el ejemplo de Jesucristo y de los santos y las
              máximas del santo Evangelio.



              5.     LOS DEVOTOS INCONSTANTES

              101  Los devotos  inconstantes son  los  que honran a
              la  Santísima  Virgen  a  intervalos  y  como  a  saltos.  Ya
              fervorosos, ya tibios... En un momento parecen dispuestos
              a emprenderlo todo por su servicio, poco después ya no
              son los mismos. Abrazan de momento todas las devociones
              a la Santísima Virgen y se inscriben en todas sus cofradías,
              pero luego no cumplen sus normas con fidelidad. Cambian
              como la luna (BenS 27,11). Y María los coloca debajo de
              sus pies (ver Ap 12,1), junto a la media luna, porque son
              volubles e indignos de ser contados entre los servidores
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