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↑ ÍNDICE
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen
112 ¡Oh! ¡Qué bien pagado quedaría mi esfuerzo si
este humilde escrito cae en manos de una persona bien
dispuesta, nacida de Dios y de María y no de linaje humano,
ni por impulso de la carne ni por deseo de varón (Jn 1,13);
le descubre e inspira, por gracia del Espíritu Santo, la
excelencia y precio de la verdadera y sólida devoción a la
Santísima Virgen que ahora voy a exponerte! ¡Si supiera
que mi sangre pecadora serviría para hacer penetrar en tu
corazón, lector amigo, las verdades que escribo en honor
de mi amada Madre y soberana Señora, de quien soy el
último de los hijos y esclavos, con mi sangre, en vez de tinta,
trazaría estas líneas, pues abrigo la esperanza de hallar
personas generosas que, por su fidelidad a la práctica que
voy a enseñarte, resarcirán a mi amada Madre y Señora
por los daños que ha sufrido a causa de mi ingratitud e
infidelidad!
113 Hoy me siento, más que nunca, animado a creer y
esperar aquello que tengo profundamente grabado en el
corazón y que vengo pidiendo a Dios desde hace muchos
años, a saber, que tarde o temprano la Santísima Virgen
tenga más hijos, servidores y esclavos de amor 81 que
nunca, y que, por este medio, Jesucristo, mi Señor, reine
como nunca en los corazones.
114 Preveo claramente que muchas bestias rugientes
llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este
humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha
servido para redactarlo, o sepultar, al menos, estas líneas
en las tinieblas o en el silencio de un cofre a fin de que
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no sea publicado . Atacarán, incluso, a quienes lo lean y
pongan en práctica. Pero ¡qué importa! ¡Tanto mejor! ¡Esta
perspectiva me anima y hace esperar un gran éxito, es
decir, la formación de un gran escuadrón de aguerridos y
valientes soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo,
81 “Hijos, servidores y esclavos de amor”, son una y misma realidad.
82 Todo sucedió a la letra. El manuscrito quedó escondido a partir de la
Revolución francesa (1789) hasta 1842 en que el P. Rautureau lo
encontró entre los libros de la Casa General de la Compañía de María.
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