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↑ ÍNDICE
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen
129 El Catecismo del concilio de Trento, fiel intérprete de las
intenciones de este santo concilio, exhorta a los párrocos a
hacer lo mismo y a acostumbrar al pueblo fiel a recordar y
creer que los cristianos han sido consagrados a Jesucristo,
Señor y Redentor nuestro. Estas son sus palabras: “El
párroco exhortará al pueblo fiel para hacerle comprender
que nosotros, más que cualquier hombre, debemos
ofrecernos y consagrarnos eternamente como esclavos a
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Nuestro Señor y Redentor” .
130 Ahora bien, si los concilios, los Padres y la misma
experiencia nos demuestran que el mejor remedio contra
los desórdenes de los cristianos es hacerles recordar las
obligaciones del Bautismo y renovar las promesas que
en él hicieron, ¿no será acaso razonable hacerlo ahora de
manera perfecta mediante esta devoción y consagración
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a Nuestro Señor por medio de su amantísima Madre? .
Digo de “manera perfecta” porque para consagrarnos a
Jesucristo utilizamos el más perfecto de todos los medios,
que es la Santísima Virgen.
3. RESPUESTA A ALGUNAS OBJECIONES
131 Alguien puede objetar que esta devoción es nueva
o sin importancia. No es nueva: los concilios, los Padres
y muchos autores antiguos y modernos hablan de dicha
consagración a Jesucristo o renovación de las promesas del
Por su parte, el Papa Pablo VI invitaba a “dar al hecho de haber recibido
el Santo Bautismo toda su importancia” (Ver Ecclesiam suam, 6-8-1964).
La liturgia de la Vigilia Pascual nos ofrece también una fórmula concreta
de renovación de las promesas bautismales. Lo característico de Montfort
es la referencia a la Madre de Jesús y de la Iglesia y su ubicación en la
historia de la salvación.
93 Ver VD 12.
94 El Papa Pío XII, al celebrar los 25 años de las apariciones de Fátima
consagró el mundo entero al Corazón Inmaculado de María (1942).
Varias naciones lo hicieron siguiendo su ejemplo. Pablo VI renovó más
de una vez esa consagración (Nov. 21 /64) e invitó a todos los cristianos a
renovarla (ver Signum Magnum, 13-5-1967; con ocasión del cincuentenario
de Fátima). Y Juan Pablo II renovó constantemente la consagración total
a María y la repitió en todos sus viajes misioneros.
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