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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              ¡Escrupulosos que encuentran pecado donde no lo hay y
              dicen que quienes no rezan el Rosario se condenarán!
              –¿Rezar  el  Rosario?  ¡Eso  es  bueno  para  mujercillas
              ignorantes  que  no  saben  ni  leer!  ¡Rezar  el  Rosario!  ¿No
              sería mejor rezar el Oficio de Nuestra Señora o los siete
              salmos? ¿Hay acaso algo más hermoso que estos salmos
              dictados por el mismo Espíritu Santo?
              –¿Con  que  te  propones  rezar  el  Rosario  todos  los  días?
              ¡Bah!  ¡Humo  de  paja  que  poco  dura!  ¿No  sería  mejor
              emprender menos cosas y ser más fieles a ellas?

              –Vamos,  amigo,  ¡créeme!  ¡Reza  bien  tus  oraciones  de  la
              mañana y de la noche y trabaja por Dios durante el día!
              ¿Qué más te pide Dios? Si no tuvieras que ganarte la vida,
              bien pudieras dedicarte a rezar el Rosario, pero... ¡Rézalo,
              entonces, los domingos y días de fiesta en que nada tienes
              que hacer, pero no en los días de trabajo! ¡Hay que trabajar!

              –¿Cómo? ¿Llevar un Rosario tan grande, como de mujeres?
              ¡Yo  los he visto de una sola decena que valen tanto como
              los de quince!
              –¡Qué!  ¡Llevar  el  Rosario  a  la  cintura!  ¡Qué  tontería!  ¡Te
              aconsejo ponértelo al cuello, como  hacen los españoles!
              ¡Esos sí son grandes rezanderos de Rosarios! ¡Llevan uno
              grande en una mano! ¡Pero, en la otra un puñal para atacar
              por traición!
              –¡Deja, deja esas devociones exteriores! ¡Que la verdadera
              devoción está en el corazón!, etc.

              149  Muchas  personas  de  talento  y  grandes  doctores
              –gentes  orgullosas  y  pagadas  de  sí  mismas– casi nunca
              te aconsejarán el Rosario. Te invitarán más bien a recitar
              los siete salmos u otras oraciones pero el Rosario no. Si
              un buen confesor te impone un Rosario como penitencia
              durante quince días o un mes,  basta que te confieses con
              algunos de estos “señores” para que te cambie la penitencia
              en otras oraciones, ayunos, misas o limosnas.
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