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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
(Lc 18,13) Y no, como el fariseo que se vanagloriaba de sus
buenas obras y despreciaba a los demás. Evita la orgullosa
oración del fariseo que volvió a su casa más endurecido y
maldito. Imita más bien la humildad del publicano en su
oración que le obtuvo el perdón de los pecados.
Evita correr en busca de lo extraordinario y pedir o
siquiera desear conocimientos excepcionales, visiones,
revelaciones y gracias extraordinarias que Dios comunica
a veces a algunos santos, durante la recitación del Rosario.
La fe sola es suficiente (Ver Heb 10,38; Gál 3,11), ahora que el
Evangelio y todas las devociones y prácticas de piedad se
hallan suficientemente establecidas.
No omitas nunca la menor parte del Rosario en las
sequedades, desalientos y decaimientos interiores. Sería
señal de orgullo e infidelidad. Como valiente campeón
de Jesús y María, recita el Padrenuestro y el Avemaría
en medio de la aridez, aunque sin ver, sentir ni gustar,
esforzándote cuanto puedas por contemplar los misterios.
No suspires por los bombones y golosinas de los niños para
comer tu pan de cada día. Para imitar más perfectamente
a Jesús agonizante, prolonga la recitación de tu Rosario,
precisamente cuanto más te cueste el rezarlo: En medio de su
gran sufrimiento, Jesús oraba más intensamente (Lc 22,44). Así
podrá aplicarse a tu caso, lo que se ha dicho de Jesucristo,
quien cuando estaba en la agonía, oraba más largamente.
144 En cuarto lugar, ora con total confianza. Con una
confianza fundada en la bondad y generosidad infinitas
de Dios y en las promesas de Jesucristo. Dios es fuente de
agua viva que corre incesantemente en el corazón de los
que oran. Jesús es como el pecho del Padre Eterno, lleno
de gracia y de verdad (Ver Jn 1,14. 16). Ahora bien el mayor
deseo del Padre respecto de nosotros es comunicarnos las
aguas saludables de su gracia y misericordia. Y nos grita:
Todos los que tengan sed, vengan a beber agua (Is 55,1), en la
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