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Carta No. 25
contra los demonios del infierno y guerreo contra el mundo y
los mundanos, enemigos de toda verdad. Te sorprenderías,
ciertamente, si conocieras en detalle la amable cruz que
el cielo, por intercesión de nuestra bondadosa Madre,
me regala. Te ruego que des gracias por ello a mi amable
Jesús y pidas a tu amable comunidad -a la que saludo- me
obtenga de Jesús crucificado la fuerza de cargar las cruces
más crueles y pesadas como si fueran pajas y saber resistir
con rostro de acero a los poderes infernales.
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A María Luisa Trichet
París, julio-agosto 1713.
Al recibir el hábito, la Señorita Trichet había tomado el nombre
de María Luisa de Jesús, sin ser aún religiosa. Varias veces quiso
entrar a un instituto religioso, entre otros al de las “Hermanas
Grises” o Hijas de la Caridad, de San Vicente de Paúl.
El obispo de Poitiers le dijo: “Qué oigo decir de ti, hija mía; me
dicen que quieres ser Hermana gris. ¿Acaso no lo eres?”
“Cierto, Monseñor, pero sólo tengo el hábito”.
“Pues bien, te prohibo ir allá”.
A pesar de todo, su confesor, el P. Carcault, sj, le ofreció ayudarla
a entrar donde las Hijas del Calvario, a condición de que ella
escribiera al Señor de Montfort. Su respuesta fue contraria a la
prisa de María Luisa. Hay que saber aguardar la hora de la divina
Providencia, señalada para la primera Hija de la Sabiduría.
Hija mía: La Providencia acaba de colocar ahora mismo a
una pobre joven proporcionándole la dote.
No ha llegado su hora para contigo. Pero espérala con
paciencia y quédate en el Hospital.
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