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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort


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                         A Sor Catalina de San Bernardo
                             París, 15 de agosto 1713.

              En 1703 Luis María había invitado a Claudio Poullart des Places,
              luego fundador de los Misioneros del Espíritu Santo, a unírsele
              para trabajar juntos por la salvación de las almas en las misiones.
              Su amigo le hizo esta promesa: “Si Dios me concede la gracia
              de tener éxito en la fundación de un seminario para estudiantes
              pobres, Ud. puede contar con misioneros. Yo se los prepararé y
              Ud. los ejercitará. Así quedará satisfecho Ud. y yo también”.

              Poullart  des  Places  murió  en  1709  y  en  1713  Luis  María
              interrumpiendo su trabajo en La Rochela, volvió a París para
              concertar con  el sucesor  el  cumplimiento  de  la  promesa de
              prepararle misioneros. Durante este viaje le escribió a su hermana
              a Rambervilliers. El sufrimiento es causa de fecundidad apostólica.
              Llevar bien la cruz une a los dos hermanos en el corazón de Cristo.

              ¡Viva Jesús! ¡Viva su cruz!

              Si conocieras en detalle mis cruces y humillaciones, dudo
              que tuvieras tantas ansias de verme. En efecto, no puedo
              llegar a ninguna parte sin hacer partícipes de mi cruz a
              mis mejores amigos, frecuentemente a pesar mío y a pesar
              suyo. Todo el que me defiende o se declara en mi favor,
              tiene que sufrir por ello y a veces caer bajo la furia del
              infierno, a quien combato; del mundo, a quien contradigo;
              de la carne, a la que persigo. Un enjambre de pecadores
              y pecadoras a quienes ataco no me da tregua ni a mí ni a
              los míos. Siempre alerta, siempre sobre espinas, siempre
              sobre guijarros afilados, me encuentro como una pelota en
              juego: tan pronto la arrojan de un lado, ya la rechazan del
              otro, golpeándola con violencia. Es el destino de este pobre
              pecador. Así estoy, sin tregua ni descanso, desde hace trece
              años, cuando salí de San Sulpicio.



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