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                                                                 Carta No. 27


                   No obstante, querida hermana, bendice al Señor por mí.
                   Pues me siento feliz en medio de mis sufrimientos, y no
                   creo que haya nada en el mundo tan dulce para mí como la
                   cruz más amarga, siempre que venga empapada en la sangre
                   de Jesús crucificado y en la leche de su divina Madre. Pero
                   además de este gozo interior hay gran provecho en llevar la
                   cruz. ¡Cuánto quisiera que pudieras ver mis cruces! ¡Nunca
                   he logrado mayor número de conversiones que después de
                   los entredichos mas crueles e injustos!

                   ¡Ánimo, pues, querida hermana! Carguemos los tres
                   nuestras cruces en los confines del reino. Lleva bien tu cruz
                   allí donde te encuentras. Yo trataré de llevar bien la mía
                   con la ayuda de la gracia divina. Tú y yo, sin lamentarnos
                   ni quejarnos, sin murmurar ni arrojar lejos la cruz, sin
                   excusarnos ni llorar como niños, que rompen en llantos y
                   se lamentan si les dan a llevar cien libras de oro, o como el
                   labrador, que se desespera si cubren su campo de luises de
                   oro para hacerle más rico.


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                         A María Luisa Trichet y Catalina Brunet
                               La Rochelle, comienzos de 1715.

                   Según Monseñor de Champflour, obispo de La Rochela, Luis María
                   había emprendido la fundación de una escuela gratuita para niñas,
                   a cargo de las dos primeras Hijas de la Sabiduría, que seguían en
                   el hospital de Poitiers. Luis María las invita a preparar el viaje.
                   Llega el momento de poner en marcha los proyectos comunes: la
                   Congregación de la Hijas de la Sabiduría. El bien que harán será
                   mayor que el de Poitiers, a pesar de las dificultades.


                   Queridas hijas en Jesucristo María Trichet y Catalina Brunet.
                   ¡Viva Jesús! ¡Viva su cruz!

                   No han contestado a mi última carta. Ignoro por qué.


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