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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
una comodidad. Trae la ropa necesaria y con qué hacerte
un hábito pobre como el de Santa Clara, o mejor, conforme
a la pobreza de Jesucristo. Las Hijas de la Sabiduría te
quieren y esperan. Mil razones de naturaleza y gracia -que
no menciono- reclaman tu presencia aquí mañana mismo.
Antes de la Asunción debo partir sin demora para una
grandiosa y larga misión. Pero quiero verte aquí antes de
partir. El señor Obispo, que quiere saludarte, parte también.
¡Apresúrate, pues! Entre más te demores, menos agradables
a Dios serán tu sacrificio y tu victoria. De mi parte, te
declaro que, si no aprovechas la muestra de aprecio y
amistad que no doy a ningún otro, no te veré nunca más y tu
turbación aumentará de día en día, y aquí puede comenzar
tu perdición. No digas: «Obedeceré a Dios después de la
vendimia». Sería injuriar gravemente a este gran Señor.
Imitarías a aquel joven del Evangelio que perdió la vocación
por haber querido enterrar a sus padres antes de seguir a
Jesucristo.
Todo tuyo.
Las palabras siguientes son para tu padre.
Maestro Régnier: Le saludo en Jesucristo y le pido no se
oponga a la voluntad de Dios sobre la hija que Él ha colocado
como depósito entre sus manos. Él se la entregó para que se
la conservara hasta el día de hoy en la inocencia bautismal,
como Ud. lo ha hecho. Pero Ud. no puede apropiársela. Es
un bien de Dios. Es un bien ajeno que Ud. no puede robarse
impunemente. Si se la ofrece en sacrificio -a ejemplo de
aquellos padres y madres que, como cuenta la historia, han
sacrificado generosamente a Dios (como Abrahán) sus hijos
e hijas-, ¡cuántas bendiciones veo prontas ya a descender
sobre su persona y sobre cuanto le pertenece! ¡Qué gloria y
qué corona contemplo preparadas para Ud. en la eternidad!
¡Pero...!
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