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                                                                 Carta No. 34


                                             34
                        A Sor María Luisa de Jesús, en La Rochelle
                       San Lorenzo, hacia la Pascua de 1716 (12 de abril).

                   Las Hermanas seguían en La Rochela enfrentadas a muchas
                   contradicciones.  No  se  reconocía  el  bien  que  hacían  por  la
                   educación de la juventud. No se quería que siguieran en la casa
                   que ocupaban. Tuvieron que buscar otra muy desadaptada y en
                   ruinas. La Superiora expone todas sus penas a Montfort que había
                   partido a la misión de San Lorenzo y le pide una respuesta. Es la
                   última expresión y el último aliento de su corazón de padre, que
                   sólo respira amor por el sufrimiento y las cruces, y que parece
                   anunciarles de manera velada el fin de su carrera. Es su última
                   carta a la más amada de sus hijas espirituales y a la primera
                   comunidad de las Hijas de la Sabiduría, de la cual María Luisa
                   es cofundadora. Les asegura que las cruces ya sufridas y las que
                   vendrán darán solidez al instituto. Las recordará siempre a todas,
                   y las anima a la búsqueda de la voluntad de Dios. Unos quince
                   días más tarde el misionero y fundador habrá descansado de todas
                   sus fatigas.

                   Queridísima hija en Jesucristo. ¡Viva Jesús! ¡Viva su cruz!


                   Adoro el proceder justo y amoroso de la divina Sabiduría
                   sobre su pequeño rebaño, albergado estrechamente entre
                   los hombres para ser instalado y escondido a sus anchas
                   en el Corazón divino, atravesado por la lanza con esta
                   finalidad. ¡Oh! ¡Qué benéfica y agradable es esta sagrada
                   recámara para un alma verdaderamente sabia! Esta ha
                   salido de allí con la sangre y el agua cuando la lanza lo
                   atravesó; allí encuentra refugio seguro cuando la persiguen
                   los enemigos; allí vive oculta con Jesucristo en Dios, más
                   victoriosa que los héroes, más coronada que los reyes, más
                   resplandeciente que el sol y más elevada que los cielos.  Si
                   eres realmente discípula de la Sabiduría y elegida entre mil,
                   ¡qué dulces te parecerán los desamparos, los desprecios, la
                   pobreza y tu pretendida cautividad, porque con todos estos
                   tesoros comprarás la Sabiduría, las riquezas, la libertad, la
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