Page 116 - Obras_Completas_2da_Ed
P. 116

↑ ÍNDICE


                                                                 Carta No. 33


                   los incurables que cupieran. Para dirigirla escogió dos jóvenes
                   virtuosas y voluntarias a quienes dio un hábito parecido al de
                   la Sabiduría. A la inquietud de la directora por ampliar la obra
                   responde el misionero: Si se amplía el hospital es necesario personal
                   adecuado para su dirección. En rigor, él podría enviar dos Hijas
                   de la Sabiduría. Pero deberían ser ayudadas por seglares. Tratará
                   personalmente el problema en Nantes, si el obispo lo admite en la
                   ciudad. Si la obra es de Dios, lo mejor es seguir las indicaciones
                   de la Providencia.
                   ¡Viva Jesús! ¡Viva su cruz!    Respaldado por el tesoro
                   inagotable de la divina Providencia, nuestra Madre
                   bondadosa, que nunca nos ha fallado en nuestras empresas
                   por su gloria, contesto resueltamente que puede aceptarse
                   y firmarse el arriendo de la casa en cuestión, con tal que las
                   personas que van a encargarse del cuidado de los pobres
                   incurables tengan las cualidades siguientes:

                   1º que, por pocos o muchos que sean sus haberes, tengan
                   ciencia o no la tengan, no se apoyen en brazo alguno de
                   carne ni en talento natural alguno, sino únicamente en la
                   ayuda invisible y misteriosa de la providencia de nuestro
                   Padre del cielo;

                   2º que sigan total y puntualmente la misma regla y tengan
                   el mismo director, sin que nadie ‒por mucho dinero que
                   traiga consigo o por mucho talento que posea‒ pueda, a
                   modo de privilegio o por condescendencia, eximirse de la
                   vida en comunidad, de la regla o del director;

                   3º por último, que se hallen preparadas ‒si la obra es
                   de  Dios‒  a  padecer  con  alegría  toda  clase  de  cruces.
                   Efectivamente, ésta es la casa de la cruz, y no debe dársele
                   otro nombre. Y lo primero que hay que hacer en ella ‒con
                   permiso del Obispo‒ es plantar una cruz, a fin de que
                   ésta le dé el nombre, la gracia y la gloria a perpetuidad.
                   Al comienzo bastará con plantar en medio del patio o del
                   jardín una cruz sencilla, en espera de algo mejor. Será el
                   primer mueble que lleven a ella. Pero será preciso que
                                                                      117
   111   112   113   114   115   116   117   118   119   120   121