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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort


              Las reflexiones de Montfort sobre el misterio de la cruz
              lo llevaron a una actitud de estima, amor y gozo ante las
              cruces, hasta ver en los pobres y dolientes a los predilectos
              de Dios como imágenes vivas de Jesús crucificado. En sus
              misiones nunca falta la predicación del amor y de la pasión
              de  Jesús,  sustituida  algunas  veces  por  la  contemplación
              silenciosa y conmovedora del crucifijo.


              Aunque la experiencia espiritual de la cruz, como don de la
              Sabiduría, es válida para cualquier discípulo de Jesucristo,
              la Carta a los Amigos de la Cruz es ante todo el programa
              de vida de los laicos que sin huir del mundo permanecen
              en  su  propio  ambiente  para  ser  testigos  de  Cristo  en  la
              humildad contra el orgullo, en la pobreza contra la avaricia,
              en la mortificación contra la sensualidad (AC 4).

              Si algunas veces Montfort acentúa la mortificación y las
              virtudes pasivas, prevalece sin embargo su concepción de
              la cruz como consecuencia del seguimiento de Cristo: “Si
              se precian de ser guiados  por el mismo espíritu de Jesucristo y de
              vivir la misma vida de quien es su Cabeza coronada de espinas,
              no  esperen  sino  abrojos,  azotes,  clavos;  en  una  palabra,  cruz.
              Pues es necesario que el discípulo sea tratado como el Maestro,
              los miembros como la Cabeza” (AC 27).

              Montfort excluye toda interpretación masoquista porque
              la naturaleza tiende al placer, rechaza la cruz, la teme, se
              lamenta al sentir su peso, sólo venciéndose a sí misma la
              puede  aceptar  (AC  50-61).  Solamente  Jesucristo  con  su
              gracia puede hacernos conocer y gustar el misterio de la
              cruz.

              No en vano resuena hoy la voz de Montfort al proclamar
              el misterio de la cruz en el mundo y particularmente en
              los  pueblos  iberoamericanos  y  del  Caribe  que  sienten
              vivamente  el  sufrimiento  casi  como  un  escollo  contra  el
              cual se quiebra el proyecto de construir un mundo más
              justo. Su voz no debe ser entendida como una apología del
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