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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort


              Finalmente, el verdadero Amigo de la Cruz es un verdadero
              portacristo o mejor, un Cristo viviente, que puede decir
              con toda verdad: Ya no vivo yo: Cristo vive en mí (Gál 2,20).

              5   ¿Corresponden sus obras, queridos Amigos de la Cruz,
              a lo que significa su grandioso nombre? ¿Tienen, al menos,
              deseo sincero y voluntad resuelta de lograr ese ideal con
              la gracia de Dios a la sombra de la Cruz del Calvario y
              de la Virgen Dolorosa? ¿Utilizan los medios para lograrlo?
              ¿Avanzan  por  la  verdadera  senda  de  la  vida  (Ver  Prov
              6,23; 10,17; Jer 21,8), que es la estrecha y espinosa senda
              del Calvario? ¿No estarán caminando sin darse cuenta por
              el sendero ancho del mundo, que conduce a la perdición?
              (Mt 7,13-14). ¿Se acuerdan que hay un camino que le parece
              recto a uno, pero en fin de cuentas conduce a la muerte?
              (Prov 14,12).

              6   ¿Saben discernir con claridad entre la voz de Dios y
              de  su  gracia  y  la  voz  del  mundo  y  de  la  naturaleza?
              Perciben con nitidez la voz de Dios, Padre cariñoso, que
              luego de lanzar una triple maldición contra quienes siguen
              las  concupiscencias  pecaminosas:  ¡Ay, ay, ay! ¡Pobres
              los habitantes de la tierra!  (Apoc  8,13),  les dice a ustedes
              mientras  les  tiende  los  brazos  con  amor:  “¡Pueblo  mío!...
              Aléjese,  apártense,  escogidos  míos,  Amigos  de  la  Cruz
              de  mi  Hijo.  ¡Apártense  de  los  mundanos  a  quienes  mi
              Majestad detesta, a quienes mi Hijo rechaza (Jn.17,9) y mi
              Espíritu Santo condena!” (Ver Jn 16,8-11).

              ¡Cuidado con sentarse en su trono de perdición, con
              participar  en  sus  asambleas  y  hasta  con  detenerse  en
              sus  caminos!  (Sal  1,1).  ¡Huyan  de  la  populosa  e  infame
              Babilonia!  (Is  48,20;  Jr  50,18;  51,6.9.45...)  ¡Escuchen
              solamente la voz de mi querido Hijo y sigan sus huellas!
              Se lo he dado a ustedes para que sea su Camino, Verdad,
              Vida (Ver Jn 14,6) y Modelo: ¡Escúchenlo! (Mc 9,7; ver Mt
              17,5; Lc 9,35; 1 Pe 1,17). Oigan la voz del amable Jesús que
              cargado con su cruz, les dice: ¡Síganme! (Mt 4,19; Mc 1,17).
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