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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              esclava  de  Jesús  y  de  su  santísima  Madre”. Al  regresar
              a  casa,  se  apresuró  a  consagrarse  enteramente  como
              esclava de Jesús y María, aunque por entonces no sabía
              lo que era esta devoción. Habiendo encontrado después
              una cadena  de  hierro, se  la puso  a la cintura y la llevo
              hasta la muerte. Hecho esto, cesaron todas sus congojas y
              escrúpulos y halló tanta paz y amplitud de corazón, que se
              comprometió a enseñar esta devoción a muchos otros, que,
              a su vez, hicieron con ella grandes progresos –recordemos,
              entre  otros,  al  Sr.  Olier,  fundador  del  seminario  de  San
              Sulpicio, y a muchos sacerdotes y eclesiásticos del mismo
              seminario–… Un día se le apareció la Santísima Virgen y
              le puso al cuello una cadena de oro, en prueba del gozo
              que le había causado al hacerse esclava suya y de su Hijo.
              Y santa Cecilia que acompañaba a la Santísima Virgen, le
              dijo:  “¡Dichosos  los  fieles  esclavos  de  la  Reina  del  cielo,
              porque gozarán de la verdadera libertad! ¡Servirte a ti es
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              libertad!” .

              7.   ESTA DEVOCIÓN PROCURA GRANDES VENTAJAS
                  AL PRÓJIMO

              171   Séptimo motivo. Puede movernos a abrazar esta práctica
              el considerar los grandes bienes que reporta al prójimo.

              Efectivamente,  con  ella  se  ejercita  de  manera  eminente
              la caridad con el prójimo, porque se le da, por manos de
              María, lo más precioso y caro que tenemos, que es el valor
              satisfactorio  e  impetratorio  de  todas  las  buenas  obras,
              sin  exceptuar  el  menor  pensamiento  bueno  ni  el  más
              leve  sufrimiento.  Se  acepta  que  todas  las  satisfacciones
              adquiridas  hasta ahora y las  que se  adquieran hasta la
              muerte sean empleadas, según la voluntad de la Santísima
              Virgen, en la conversión de los pecadores o la liberación de
              las almas del purgatorio.



              131  Vida de la Madre Inés de Langeac, 2ª. ed. Le Puy, 1675, p 581.
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