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                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                   174   San Bernardo dice en términos formales lo mismo
                   para inspirarnos esta práctica: “Si Ella te sostiene, no caes;
                   si Ella te protege, no temes; si Ella te guía, no te fatigas; si
                   Ella te es favorable, llegas hasta el puerto de salvación”.
                   San Buenaventura parece decir lo mismo en términos más
                   explícitos. “La Santísima Virgen no solamente se mantiene
                   en la plenitud de los santos; Ella mantiene y conserva a los
                   santos en su plenitud, para que ésta no disminuya; impide
                   que sus virtudes se debiliten, que sus méritos se esfumen,
                   que  sus  gracias  se  pierdan,  que  los  demonios  les  hagan
                   daño, que el Señor los castigue cuando pecan”.


                   175    María  es  la  Virgen  fiel,  que  por  su  fidelidad  a
                   Dios  repara  las  pérdidas  que  la  Eva  infiel  causó  por  su
                   infidelidad, y alcanza a quienes confían en Ella la fidelidad
                                                                       134
                   para con  Dios  y la perseverancia.  Por  esto,  un santo
                   la compara a un áncora firme, que los sostiene e impide
                   que  naufraguen  en  el  mar  tempestuoso  de  este  mundo,
                   en donde tantos perecen por no aferrarse a Ella: “Atamos
                   –dice– las almas a tu esperanza como a un áncora firme.”

                   Los  santos,  que  se  han  salvado,  estuvieron  firmemente
                   adheridos a Ella, y a Ella ataron a otros para que
                   perseveraran en la virtud.

                   ¡Dichosos, pues, una y mil veces, los cristianos que ahora
                   se aferran fiel y enteramente a María como a un áncora
                   firme!  Los  embates  tempestuosos  de  este  mundo  no  los
                   podrán sumergir ni les harán perder sus tesoros celestiales.
                   ¡Dichosos quienes entran en María como en el arca de Noé!
                   Las aguas del diluvio de los pecados que anegan a tantas
                   personas no les harán daño, porque los que obran por mí no
                   pecarán (BenS 24,30, Vulgata) –dice la divina Sabiduría–; es
                   decir, los que están en mí para trabajar en su salvación no
                   pecarán.




                   134  San Juan Damasceno
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