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                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                                       CAPÍTULO III


                              FIGURA BÍBLICA DE LA VIDA
                                 CONSAGRADA A MARÍA:
                                    REBECA Y JACOB



                   183   El Espíritu Santo nos ofrece en el libro del Génesis
                   una  figura  admirable  de  todas  las  verdades  que  acabo
                   de exponer respecto a la Santísima Virgen y a sus hijos y
                   servidores. La hallamos en la historia de Jacob, que, por
                   la diligencia y cuidados de su madre, Rebeca, recibió la
                   bendición de su padre, Isaac.

                   Oigámosla  tal  como  la  refiere  el  Espíritu  Santo.  Luego
                   añadiré mi propia explicación (Gén 27,1-44).



                   1.   HISTORIA BÍBLICA DE REBECA Y JACOB

                   184  Esaú  había  vendido  a  Jacob  sus  derechos  de
                   primogenitura (ver Gén 25,33). Rebeca, madre de ambos
                   hermanos,  que  amaba  tiernamente  a  Jacob,  le  aseguró
                   -muchos  años  después-  estos  derechos  mediante  una
                   estratagema santa y toda llena de misterio.

                   Isaac,  sintiéndose  muy  viejo  y  deseando  bendecir  a  sus
                   hijos  antes  de  morir,  llamó  a  Esaú,  a  quien  amaba,  y  le
                   encargó que saliera de caza a conseguir algo de comer para
                   bendecirle luego. Rebeca comunicó al punto a Jacob lo que
                   sucedía y le mandó traer dos cabritos del rebaño. Cuando
                   los trajo y entregó a su madre, ella los preparó al gusto de
                   Isaac –que bien conocía–, vistió a Jacob con los vestidos de
                   Esaú, que ella guardaba, y le cubrió las manos y el cuello
                   con la piel de los cabritos, a fin de que su padre, que estaba
                   ciego, al oír la voz de Jacob, creyese –al menos por el vello
                   de sus manos– que era Esaú. Sorprendido, en efecto, Isaac
                   por el timbre de aquella voz, que parecía ser de Jacob, le
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