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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              ¡Dichosos los hijos infieles de la infeliz Eva que se aferran a
              la Madre y Virgen fiel, la cual permanece siempre fiel y no
              puede negarse a sí misma: Si somos infieles, Ella permanece
              fiel, porque no puede negarse a sí misma (2Tim 2,13), y responde
              siempre con amor a quienes la aman: Yo amo a los que me
              aman! (Prov 8,17). Y los ama no sólo con amor afectivo, sino
              también con amor efectivo y eficaz, impidiendo, mediante
              gracias abundantes, que retrocedan en la virtud o caigan
              en el camino, y pierdan así la gracia de su Hijo.

              176  Esta  Madre  bondadosa  recibe  siempre,  por  pura
              caridad, cuanto se le confía en depósito. Y, una vez que
              lo ha recibido como depositaria, se obliga en justicia –en
              virtud  del  contrato  de  depósito–  a  guardárnoslo,  como
              una persona a quien yo hubiera confiado en depósito mil
              escudos quedaría obligada a guardármelos, de suerte que,
              si por negligencia suya, se perdieran, sería responsable de
              la pérdida en rigor de justicia. Pero ¿qué digo? Esta fiel
              Señora no dejará jamás que por negligencia suya se pierda
              lo que se le ha confiado; el cielo y la tierra pasarán antes
              que Ella sea negligente e infiel con quienes confían en Ella.


              177  ¡Pobres  hijos  de  María!  ¡Su  debilidad  es  extrema,
              grande su inconstancia, muy corrompida su naturaleza! Lo
              confieso, ¡han sido extraídos de la misma masa corrompida
              que los hijos de Adán y Eva! Pero ¡no se desalienten por
              ello!  ¡Consuélense  y  alégrense!  Oigan  el  secreto  que  les
              descubro; secreto desconocido a casi todos los cristianos
              aun a los más devotos.

              No  guarden  su  oro  ni  su  plata  en  cofres  que  ya  fueron
              destrozados  por  el  espíritu  maligno  que  los  saqueó.
              Además, esos cofres son muy pequeños y endebles y están
              envejecidos para poder contener tan grandes y preciosos
              tesoros. No  echen  el  agua  pura  y  cristalina  de  la  fuente
              en vasijas de todo sucias e infectadas por el pecado. Si
              éste no se halla ya en ellas, queda aún su mal olor, que
              contaminaría  el  agua.  No  echen  sus  vinos  exquisitos  en
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