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↑ ÍNDICE
La Compañía de María, Súplica Ardiente
¡Socorro que degüellan a nuestros hijos!
¡Socorro que apuñalan a nuestro padre!
29 ¡A mí los del Señor! (Ex 32,26).
Que todos los buenos sacerdotes,
esparcidos por el mundo cristiano,
estén actualmente combatiendo
o se hayan retirado ya de la pelea
a los desiertos y soledades,
que todos esos buenos misioneros
vengan y se reúnan con nosotros,
¡la unión hace la fuerza!,
para que formemos bajo el estandarte de la cruz,
un ejército a banderas desplegadas
y bien ordenado para atacar de concierto
a los enemigos de Dios, que ya han tocado alarma:
Rechinaron los dientes, bramaron,
se multiplicaron (Sal 35[34],16).
Rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo;
el que habita en el cielo sonríe;
el Señor se burla de ellos (Sal 2,3-4).
30 ¡Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos!
¡Despierta! ¿Por qué estás dormido,
Señor? ¡Desperézate! (Sal 68[67],1; 44[43],24).
¡Levántate, Señor! ¿Por qué pareces dormir?
Levántante en tu omnipotencia,
tu misericordia y tu justicia,
para formar una Compañía escogida
de guardias personales que custodien tu casa,
defiendan tu gloria y salven tus almas,
a fin de que no haya sino
un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10,16)
y que todos te rindan gloria en tu templo (Ver Sal 29 [28],9).
Amén.
¡Dios sólo!
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