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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
20 2. Obedecen a su director espiritual –que es siempre de
la Compañía– en el gobierno de sus conciencias, explayando
ante él su corazón como el agua, con entera confianza, no
haciendo ni omitiendo nada considerable sin habérselo
hecho saber y sin haber recibido su aprobación o permiso.
21 3. Obedecen al superior de la Compañía en todo, grande
o pequeño, prescrito o no por las Reglas, tanto si se refiere
a la aplicación a sus cargos como si mira al buen orden de
la Compañía.
22 4. Obedecen al obispo de la diócesis donde trabajan,
a los vicarios y demás superiores eclesiásticos que hacen
las veces del obispo, al cura de la parroquia en que dan
la misión. Obedecen a todos los superiores en cuanto a
lo exterior, al lugar, tiempo y demás circunstancias de la
misión en sí mismas indiferentes, pero que vienen a ser
muy saludables e importantes cuando están reguladas por
la obediencia. Si un superior eclesiástico les ordena algo
contrario a las Reglas más importantes o a los votos, no
están obligados a obedecer. Pero, si les prohíbe, manda o
simplemente aconseja con insistencia cosas en sí mismas
no muy importantes, pero que no tienen costumbre de
hacer u omitir, obedecen sin vacilar a ese superior, quien
en tales casos hace que todo aquello sea más importante y
santificador.
23 5. Cada uno cumple con fidelidad los deberes del cargo
que le han confiado, sin entrometerse a conocer y supervisar
los de los demás, a menos que la santa obediencia le obligue
a ello.
24 6. Observan con perfecta exactitud las reglas más
pequeñas de la Compañía, considerándolas a todas como
la pupila de los ojos de Jesucristo. Manifestando con esta
fidelidad que les guía el Espíritu Santo y no el espíritu del
mundo, ya que éste no aprecia, ni siquiera en la virtud, sino
lo brillante y espectacular.
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