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Carta No. 18
¡Animo, pues, ánimo! No temas al espíritu maligno, que te
dirá con frecuencia durante la enfermedad: «No llegarás
a profesar a causa de tu poca salud. Sal del monasterio y
vuélvete a tu casa. Vas a quedar en la calle. Serás una carga
para todos.
Aunque el cuerpo te duela, ten firme el ánimo, pues nada te
conviene tanto en el presente como la enfermedad. Pide y
haz pedir la divina Sabiduría para mí, que en Jesús y María
soy tu hermano...
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A Sor Catalina de San Bernardo
París, 27 de octubre de 1703.
Responde a su hermana Guyonne-Jeanne inquieta por su
aceptación a la profesión religiosa, pues el noviciado está por
terminar. Luis María la tranquiliza con el sentido de la vida
consagrada en la comunidad de las Benedictinas.
Hermana carísima en Jesucristo: ¡el amor puro de Dios reine
en nuestros corazones!
Todos los días doy gracias a nuestro Dios de bondad
por las misericordias que realiza en favor tuyo. Trata de
corresponder con fidelidad absoluta a cuanto te pide.
Si no es Dios el único que te abre la puerta del convento
donde te encuentras, no entres en él. Aunque tengas una
llave de oro hecha expreso para abrirte la puerta. Porque
ésta se transformaría para ti en la puerta del infierno.
Se necesita una especial vocación para ingresar entre
las Hijas del Santísimo Sacramento, pues su espíritu
es elevadísimo. La verdadera religiosa del Santísimo
Sacramento es una verdadera víctima en cuerpo y alma. Se
alimenta con el sacrificio continuo y universal: el ayuno y la
adoración sacrifican su cuerpo; la obediencia y la renuncia
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