Page 94 - Obras_Completas_2da_Ed
P. 94

↑ ÍNDICE


                                                                 Carta No. 15


                   Sigue, más aún, redobla las súplicas en mi favor. Que se
                   trate de extrema pobreza, de una cruz muy pesada, de
                   abyecciones y humillaciones; todo lo acepto con tal que ‒al
                   mismo tiempo‒ pidas a Dios que esté a mi lado y no me
                   abandone un solo instante a causa de mi infinita flaqueza.
                   ¡Oh! ¡Qué riqueza! ¡Qué gloria! ¡Qué placer! ¡Si con todo esto
                   alcanzo la divina Sabiduría por la cual suspiro día y noche!


                   No. No cesaré nunca de pedir este infinito tesoro. Y creo
                   firmemente que lo alcanzaré. Aunque todos los ángeles,
                   los hombres y los demonios me digan lo contrario. Pienso
                   que tus plegarias son demasiado eficaces; que la bondad de
                   Dios es demasiado tierna; que la protección de la Santísima
                   Virgen, nuestra bondadosa Madre, es demasiado grande;
                   las necesidades de los pobres, demasiado apremiantes; la
                   palabra y promesa de Dios, demasiado explícitas. En efecto,
                   aunque la posesión de la divina Sabiduría fuera imposible
                   de lograr con los medios ordinarios de la gracia ‒lo que no
                   es cierto‒, resultaría posible gracias a la fuerza con que la
                   imploramos, porque todo es posible a quien cree. Esto es
                   una verdad inmutable.

                   Además, las persecuciones de que he sido objeto y de las que
                   lo soy ahora noche y día, me confirman en que la obtendré.

                   Hija mía, te pido, por tanto, que incluyas en esta cruzada de
                   oraciones a algunas almas amigas tuyas, orando con ellas
                   -sobre todo, hasta Pentecostés- todos los lunes de una a dos
                   de la tarde. Yo haré otro tanto a la misma hora. Envíame
                   sus nombres por escrito.

                   Me encuentro ahora en el Hospital General con cinco mil
                   pobres, tratando de hacerlos vivir para Dios y de morir
                   a mí mismo. No me acuses de inconstancia o frialdad
                   respecto a los habitantes de Poitiers. Porque mi Maestro
                   me ha traído acá como a pesar mío. Tiene en todo ello sus
                   planes, que adoro sin conocerlos. Por lo demás, no pienses
                   que fines temporales o alguna creatura me retengan aquí.
                                                                       95
   89   90   91   92   93   94   95   96   97   98   99