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Carta No. 14
odiados por el mundo y asaltados por cruces, tales como la
privación de las cosas más legítimas, la oposición a nuestras
más santas iniciativas, las injurias más atroces y punzantes,
las persecuciones y malas interpretaciones por parte de las
personas mejor intencionadas y de nuestros mejores amigos,
las enfermedades más desagradables, etc.
Pero ¿por qué le digo lo que Ud. sabe mejor que yo, gracias
al gusto y experiencia que tiene de ello?
¡Ah! ¡Si los cristianos conocieran el valor de las cruces,
caminarían cien leguas para encontrar una sola! Porque en
la amable cruz se halla encerrada la verdadera Sabiduría,
que noche y día busco con más ardor que nunca.
¡Oh amada cruz! ¡Ven a nosotros para gloria del Altísimo!
Este es el grito frecuente de mi corazón a pesar de mis
flaquezas e infidelidades. Después de Jesús, nuestro único
amor, la cruz es mi mayor fuerza.
Le ruego diga a N... que adoro a Jesucristo crucificado en
ella y que suplico al Señor le conceda no pensar en sí misma
sino para ofrecerse a sacrificios aún más sangrientos.
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A una religiosa
Lugar y fecha desconocidos
Luis María responde a una consulta sobre el valor de las cruces
ordinarias. Deja traslucir su difícil situación personal.
Querida Madre: ¿Cómo podría yo, en respuesta a la suya,
decirle algo distinto de lo que el Espíritu Santo le dice todos
los días? Amor a la pequeñez y a las humillaciones. Amor
a la vida escondida y al silencio ‒el mudo inmolarse de
Jesucristo en el Santísimo Sacramento‒. Amor a la divina
Sabiduría y a la cruz.
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