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↑ ÍNDICE


                                                     El Amor de la Sabiduría Eterna

                         3.  y para que rigiese el mundo con santidad y justicia
                           y lo gobernase con rectitud de corazón;
                         4.  dame la sabiduría asistente de tu trono
                           y no me excluyas del número de tus siervos,
                         5.  porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
                            hombre débil y de pocos años,
                            demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
                          6. Pues aunque uno sea perfecto,
                            entre los hijos de los hombres,
                            sin la sabiduría, que procede de ti,
                            será estimado en nada.


                   192    9.   Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras;
                            que te asistió cuando hacías el mundo;
                            y que sabe lo que es grato a tus ojos,
                            y lo que es recto según tus preceptos.
                        10. Mándala desde tus santos cielos
                            y desde tu trono de gloria envíala
                            para que me asista en mis trabajos
                            y venga yo a saber lo que te es grato.
                        11. Ella que todo lo sabe y lo comprende,
                            me guiará prudentemente en mis empresas
                            y me protegerá con su prestigio;
                        12.  así aceptarás mis obras,
                            juzgaré a tu pueblo con justicia
                            y seré digno del trono de mi padre.
                        13. Pues ¿qué hombre conoce el designio de Dios?
                            ¿Quién comprende lo que Dios quiere?
                        14.  Los pensamientos de los mortales son mezquinos
                            y nuestros razonamientos son falibles,
                        15. porque el cuerpo mortal es lastre del alma
                            y la tienda terrestre abruma la mente pensativa.
                        16. Apenas adivinamos lo terrestre
                            y con trabajo encontramos lo que está a mano;
                            pues ¿quién rastreará las cosas del cielo?
                        17. ¿Quién conocerá tu designio
                            si tú no le das la sabiduría
                            enviando tu santo espíritu desde el cielo?
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