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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
las cruces que da a los suyos y las convierte –por decirlo
así– en golosinas o cruces almibaradas. Y si por algún
tiempo estos amigos de Dios deben necesariamente
beber el cáliz de la amargura, el consuelo y la alegría que
reciben de su bondadosa Madre –después de la tristeza–,
les animan inmensamente a cargar con cruces aún más
pesadas y amargas.
3. CONCLUSIÓN DE LA PRIMERA PARTE
Para hacerse santo es necesaria
una verdadera devoción a María
23 El secreto consiste, pues, en encontrar de verdad a
la excelsa María para hallar la abundancia de todas las
gracias. Dios, dueño absoluto de todo, puede comunicar
directamente lo que de ordinario sólo concede por medio
de María. Más aún, negar que actúe así algunas veces sería
temerario. Pero, según el orden establecido por la divina
Sabiduría –como dice santo Tomás–, Dios no se comunica
de ordinario a los hombres, en el orden de la gracia, sino
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por medio de María .
Para llegar hasta Dios y unirse con Él, es indispensable
acudir a la misma persona escogida por Él para descender
hasta nosotros, para hacerse hombre y comunicarnos sus
gracias. Esto se realiza mediante una auténtica devoción a
la Santísima Virgen.
26 El P. de Montfort afirma explícitamente la mediación universal de
María en la comunicación de la gracia, según el plan de Dios (ver ASE
207; SM 10.35; VD 23-25). Reconoce, sin embargo, la posibilidad de
una derogación a este orden, porque Dios queda soberanamente libre
y no está ligado de manera absoluta a ningún medio ni persona para
comunicar sus dones al mundo. El concilio Vaticano II expresa la misma
doctrina cuando dice: “Todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen no
dimana de una necesidad ineludible, sino del beneplácito divino y de la
superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en la mediación de
éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder” (LG
60; ver Enc. RMat 38ss).
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