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Un Santo para nuestros tiempos
la pintura; alguna vez tomó lecciones y siempre conservó
una atención especial al arte figurativo. La práctica del
teatro dejará huellas en el futuro misionero, como se puede
apreciar en la organización de espectaculares procesiones
y liturgias, o en la construcción de calvarios.
Siendo alumno externo, Luis María vivía en la casa del tío
sacerdote y podía participar en las iniciativas de la ciudad,
según el propio interés. Había en Rennes en esos años un
joven sacerdote secular, Julien Bellier, que ejercía una gran
atracción, especialmente en los jóvenes. Desempeñaba un
servicio en la catedral, pero muy a menudo se unía a otros
sacerdotes para hacer misiones a los pueblos en el campo.
Era muy comprometido con los pobres y enfermos, los
visitaba en el hospicio, los ayudaba e instruía haciendo el
catecismo. Cada semana tenía charlas religiosas para los
estudiantes, en las que instruía a los jóvenes y contaba con
entusiasmo sus propias experiencias misioneras y entre
los pobres. Además, organizaba y enviaba voluntarios, en
grupos de dos o tres, a prestar asistencia a los enfermos y
a hacer el catecismo a los pobres. Luis María frecuentó con
asiduidad las conferencias del P. Bellier, se ofreció como
voluntario para los servicios requeridos y tomó contacto con
el mundo de los pobres, haciendo las primeras experiencias
de catequesis.
“La plenitud de nuestra perfección consiste en ser
conformes, vivir unidos y consagrados a Jesucristo. Ahora
bien, María es la criatura más conforme a Jesucristo.
Por consiguiente, la devoción que mejor nos consagra y
conforma a Nuestro Señor es la devoción a su Santísima
Madre”. (VD 120)
Al terminar la filosofía, Grignion de Montfort comenzó la
teología en el mismo colegio: ya había madurado la opción
de ser sacerdote. Algunos meses más tarde, sin embargo, se
le presentó la ocasión de ir a París a proseguir sus estudios.
Partió en otoño de 1692. En su mente ya tenía algunas ideas
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