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Un Santo  para nuestros tiempos


                   A lo largo de los años del seminario Luis María recorrió
                   las varias etapas de su propia maduración espiritual. En
                   medio de logros y dificultades, aparecía celoso y ejemplar
                   en todo. A veces hasta era considerado un poco exagerado
                   y “singular”: juicio problemático que lo acompañará todo el
                   resto de su vida. Algunos acontecimientos de aquel período
                   lo muestran decidido y dinámico: para ganarse algún dinero,
                   velaba muertos durante la noche en las casas de familia, u
                   organizaba una colecta entre los sacerdotes del seminario y
                   de la parroquia para sus necesidades o para ayudar a quien
                   no tenía la misma valentía. A veces intervenía en las calles
                   de París contra quien vendía publicaciones poco edificantes
                   o quien canturreaba cánticos profanos; soportaba con valor
                   sus propias incomodidades; participaba con convicción en
                   los debates teológicos en boga en aquel tiempo.

                   Montfort se había comprometido en un primer momento
                   y totalmente a seguir los cursos académicos. Había sido
                   además bibliotecario y aprovechó esto para leer muchos
                   libros.  Tomaba  apuntes, tanto para prepararse a la
                   predicación como para profundizar algunas disciplinas
                   teológicas; de manera especial, le interesaba todo lo que
                   se había escrito sobre la devoción a la Virgen María. Sin
                   embargo, las experiencias de enfermedad y sufrimiento
                   que había vivido, algunas lecturas espirituales con las que
                   se había encontrado (Surin y Boudon) y su sensibilidad por
                   las necesidades concretas de la Iglesia de su tiempo, sobre
                   todo entre el pueblo y los pobres, lo habían llevado a hacer
                   la opción por la “ciencia de los santos”, donde la experiencia
                   de Dios tenía la primacía, seguida por la caridad hacia el
                   prójimo, y donde ya no contaban los títulos académicos, ni
                   la carrera, aunque fuera eclesiástica. Luis María quería ser
                   un hombre espiritual, encaminado a la santidad y guía de
                   otras almas a Dios.





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