Page 46 - Obras_Completas_2da_Ed
P. 46
Un Santo para nuestros tiempos
en París, estaba en La Rochelle a la espera de embarcarse
para las misiones lejanas. Montfort lo convenció para que
se quedara con él. El mismo año se unió al misionero otro
sacerdote, Renato Mulot, quien será más tarde su ejecutor
testamentario y seguirá la obra de las misiones después de
la muerte del Montfort. De estos laicos y sacerdotes nació
la Compañía de María.
En las misiones, Montfort se había creado su propio
método, con una organización a la que había dado una
impronta particular; también los momentos celebrativos
litúrgicos habían asumido formas y contenidos propios
y, en parte, originales. Una misión comenzaba con la
invitación a la escucha de la predicación, con el fin de
procurar la conversión y llevar a los fieles a confesarse y
comulgar. Sólo después de este paso, eran admitidos a las
otras celebraciones: procesiones, paralitúrgias, visitas al
cementerio, celebraciones marianas, constitución de una
cofradía, erección de un calvario. Particular importancia
tenía la celebración de la renovación de las promesas
bautismales y la firma del “Contrato de alianza con
Dios”, hecha públicamente como solemne compromiso de
perseverar en los buenos propósitos de la misión. En este
contexto la consagración total de sí mismo a Jesucristo por
las manos de María y más en general la devoción a la Virgen
Santa era propuesta como medio privilegiado para ser fieles
al propio bautismo con la consigna: a Jesús por María.
Incluso en los años de la plena actividad misionera, no
faltaron las dificultades para Grignion de Montfort.
Perduró clamoroso e inexplicable el episodio del calvario
de Pontchâteau, construido por todo el pueblo de la
región durante varios meses de trabajo y demolido
repentinamente por la autoridades civiles, con una orden
que llegó en la vigilia misma de su inauguración, el 13 de
septiembre de 1710.
47