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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort


              SACERDOTE Y MISIONERO

              En 1700 Grignion de Montfort recibió la ordenación
              sacerdotal. Su vida como sacerdote fue breve, sólo 16 años,
              pero bastante atormentada. Al salir de san Sulpicio se
              trasladó a Nantes, en una especie de casa del clero, ansioso
              de dedicarse a la predicación de las misiones para el pueblo.
              Permaneció allí un año y desempeñó un poco de ministerio,
              incluidas algunas misiones. Sin embargo, el ritmo de vida le
              pareció demasiado relajado y a la primera ocasión abandonó
              la comunidad.

                 “¡Ah! ¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso en que la
                 excelsa María sea establecida como Señora y Soberana en
                 los corazones, para someterlos plenamente al imperio de
                 su excelso y único Jesús? ¿Cuándo respirarán las almas
                 a María como los cuerpos respiran el aire? El Espíritu
                 Santo vendrá a ellos con la abundancia de sus dones y
                 las llenará de ellos, especialmente del don de la Sabiduría,
                 para realizar maravillas de gracia”.
                 (Tratado de la verdadera devoción a la Sma. Virgen,
                 n. 217)

              Aceptando una invitación, se mudó a Poitiers, en el hospicio
              de los pobres, en donde encontró un ambiente que sentía
              más favorable para su celo de joven sacerdote. Se hicieron
              manifiestas allí sus capacidades como organizador sea
              en favor de unas estructuras más racionales, sea para
              el bien de las almas. En Poitiers encontró a María Luisa
              Trichet, que será la primera de las Hijas de la Sabiduría,
              congregación fundada más tarde por él. Sin embargo, hubo
              incomprensiones con los administradores del hospicio y
              Luis María fue obligado a partir. Regresó a París, pero aquí
              encontró que todo el ambiente sulpiciano ha cambiado
              respecto a él: se le miraba como a un cura un poco extraño
              e inquieto, no conforme con las costumbres eclesiásticas.
              Los pobres de Poitiers le suplicaron que volviera en medio
              de ellos; él aceptó, pero al poco tiempo reaparecieron
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