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↑ ÍNDICE


                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                   y abundancia  (Sal  112  [111],3).  Sí,  en  la  casa  de  María  se
                   encuentra abundancia de gloria para Dios y de riquezas
                   para los hombres.

                   Señor Jesús, ¡qué delicia es tu morada! (Sal 84 [83],1-8). El
                   pajarillo encontró casa para albergarse, y la tórtola nido
                   para colocar sus polluelos. ¡Oh! ¡Cuán dichoso el hombre
                   que habita en la casa de María! ¡Tú fuiste el primero en
                   habitar  en  Ella!  En  esta  morada  de  predestinados,  el
                   cristiano recibe ayuda de ti solo y dispone en su corazón
                   las subidas y escalones de todas las virtudes para elevarse
                   a la perfección en este valle de lágrimas.

                   197   2° Los predestinados aman con filial afecto y honran
                   efectivamente  a  la  Santísima  Virgen  como  a  su  cariñosa
                   Madre y Señora. La aman no sólo de palabra, sino de hecho.
                   La  honran  no  sólo  exteriormente,  sino  en  el  fondo  del
                   corazón. Evitan, como Jacob, cuanto pueda desagradarle
                   y practican con fervor todo lo que creen puede granjearles
                   su benevolencia.

                   Le  llevan  y  entregan  no  ya  dos  cabritos,  como  Jacob  a
                   Rebeca, sino lo que representaban los dos cabritos de Jacob,
                   es  decir,  su  cuerpo  y  su  alma,  con  todo  cuanto  de  ellos
                   depende, para que Ella: 1) los reciba como cosa suya; 2) los
                   mate y haga morir al pecado y a sí mismos, desollándolos
                   y despojándolos de su propia piel y egoísmo, para agradar
                   por este medio a su Hijo Jesús, que no acepta por amigos
                   y discípulos sino a los que están muertos a sí mismos; 3)
                   los aderece al gusto del Padre celestial y a su mayor gloria,
                   que  Ella  conoce  mejor  que  nadie;  4)  con  sus  cuidados
                   e  intercesión  disponga  este  cuerpo  y  esta  alma,  bien
                   purificados de toda mancha, bien muertos, desollados y
                   aderezados,  como  manjar  delicado,  digno  de  la  boca  y
                   bendición del Padre celestial.

                   ¿No  es  esto,  acaso,  lo  que  harán  los  predestinados,  que
                   aceptarán y vivirán la perfecta consagración a Jesucristo
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