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                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                   202   Ella los ama con ternura, con mayor ternura que todas
                   las madres juntas. Reúnan, si pueden, todo el amor natural
                   que todas las madres del mundo tienen a sus hijos, en el
                   corazón de una sola madre hacia su hijo único: ciertamente,
                   esta madre amaría mucho a ese hijo. María, sin embargo,
                   ama en verdad más tiernamente a sus hijos de cuanto esta
                   madre amaría al suyo.

                   Los ama no sólo con afecto, sino con eficacia. Con amor
                   afectivo y efectivo, como el de Rebeca para con Jacob y aún
                   mucho más.

                   Veamos lo que esta bondadosa Madre –de quien Rebeca
                   no fue más que una figura– hace a fin de obtener para sus
                   hijos la bendición del Padre celestial:

                   203  1-  Espía,  como  Rebeca,  las  oportunidades  para
                   hacerles  el  bien,  para  engrandecerlos  y  enriquecerlos.
                   Dado que ve claramente en la luz de Dios todos los bienes
                   y males, la fortuna próspera o adversa, las bendiciones y
                   maldiciones divinas, dispone de lejos las cosas para liberar
                   a sus servidores de toda clase de males y colmarlos de toda
                   suerte de bienes; de modo que, si se tiene que realizar ante
                   Dios alguna empresa por la fidelidad de una creatura a un
                   cargo importante, es seguro que María procurará que esta
                   empresa se encomiende a alguno de sus queridos hijos y
                   servidores y le dará la gracia necesaria para llevarla a feliz
                                                                       144
                   término. “Ella gestiona nuestros asuntos”, dice un santo .
                   204   2- Les da buenos consejos, como Rebeca a Jacob: Hijo
                   mío, escucha lo que te digo (Gén 27,8, Vulgata). Sigue mis
                   consejos. Y, entre otras cosas, les inspira que le lleven dos
                   cabritos, es decir, su cuerpo y su alma, y se lo consagren,
                   para aderezar con ellos un manjar agradable a Dios. Les
                   aconseja también que cumplan cuanto Jesucristo, su Hijo,
                   enseñó con sus palabras y ejemplos. Y, si no les da por sí
                   misma estos consejos, se vale para ello del ministerio de
                   los  ángeles,  los  cuales  jamás  se  sienten  tan  honrados  ni

                   144  Ramón Jordán.
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