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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              a  sus  polluelos;  dialoga  con  ellos,  desciende  hasta  ellos,
              condesciende con todas sus debilidades, para defenderlos
              del  gavilán  y  del  buitre;  los  rodea  y  acompaña  como
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              ejército en orden de batalla (ver Cant 6,10) . ¿Temerá, acaso,
              a sus enemigos quien está defendido por un ejército bien
              ordenado de cien mil hombres? Pues bien, ¡un fiel servidor
              de  María,  rodeado  por  su  protección  y  poder  imperial,
              tiene aún menos por qué temer! Esta bondadosa Madre y
              poderosa Princesa celestial enviará legiones de millones de
              ángeles para socorrer a uno de sus hijos antes que pueda
              decirse que un fiel servidor de María –que puso en Ella su
              confianza– haya sucumbido a la malicia, número y fuerza
              de sus enemigos.

              5°   María intercede por ellos

              211   Por último, el quinto y mayor servicio que la amable
              María ejerce en favor de sus fieles devotos es el interceder
              por ellos ante su Hijo y aplacarle con sus ruegos. Ella los
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              une y conserva unidos a Él con vínculo estrechísimo .
              Rebeca hizo que Jacob se acercara al lecho de su padre.
              El  buen  anciano  lo  tocó,  lo  abrazó  y  hasta  lo  besó  con
              alegría, contento y satisfecho como estaba de los manjares
              bien preparados que le había llevado. Gozoso de percibir
              los exquisitos perfumes de sus vestidos, exclamó: ¡Aroma
              que bendice el Señor es el aroma de mi hijo! (Gén 27,27). Este
              campo fértil cuyo aroma encantó el corazón del Padre es
              el aroma de las virtudes y méritos de María. Ella es, en
              efecto, campo lleno de gracias donde Dios Padre sembró,
              como grano de trigo para sus escogidos, a su propio Hijo.

              ¡Oh! ¡Cuán bien recibido es por Jesucristo, Padre sempiterno
              (ver  Is  9,6),  el  hijo  perfumado  con  el  olor  gratísimo  de
              María! ¡Y qué pronto y perfectamente queda unido a Él,
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              como ya hemos demostrado! .
              149  Ver VD 50.
              150  Ver LG 62.
              151  Ver VD 152-168.
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