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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              2.  les  constituye  señores  de  sus  otros  hermanos,  los
                réprobos. Lo cual no quiere decir que esta primacía sea
                siempre evidente en este mundo –que pasa en un instante
                (ver 1Cor 7,29-31) y al que frecuentemente dominan los
                réprobos: Todos esos malhechores son insolentes y altaneros;
                ¡son unos fanfarrones! (Sal 94 [93],3-4). Vi a un malvado que se
                jactaba, que prosperaba como cedro frondoso (Sal 37 [36],35)–,
                pero que es real, y aparecerá cuando los justos –como dice
                el Espíritu Santo– gobernarán naciones, someterán pueblos
                (Sab 3,8);
              3.  el Señor, no contento con bendecirlos en sus personas y
                bienes, bendice también a cuantos los bendigan y maldice
                a cuantos los maldigan y persigan.

              2°   María los alimenta

              208   El segundo deber de caridad que la Santísima Virgen
              ejerce  con  sus  fieles  servidores  es  el  de  proporcionarles
              todo lo necesario para el cuerpo y el alma. Les da vestiduras
              dobles, como acabamos de decir. Les da a comer los platos
              más exquisitos de la mesa de Dios. Les alimenta con el Pan
              de la vida que Ella misma ha formado: queridos hijos míos
              –les dice por boca de la Sabiduría– sáciense de mis frutos,
              es decir, de Jesús, fruto de vida, que para ustedes he traído
              al mundo (BenS 24,19). Vengan –les dice en otra parte– a
              comer de mi pan, que es Jesús, y a beber el vino (Prov 9,5)
              de su amor, que he mezclado para ustedes con la leche de mis
              pechos. Coman, beban y embriáguense, amigos míos (Cant 5,1).

              Siendo Ella la tesorera y dispensadora de los dones
              y  gracias  del  Altísimo,  da  gran  porción  y  la  mejor  de
              todas, para alimentar y sustentar a sus hijos y servidores.
              Nutridos éstos con el Pan de vida, embriagados con el vino
              que engendra vírgenes (ver Zac 9,17), llevados en brazos (ver
              Is 66,12), encuentran tan suave el yugo de Jesucristo, que
              apenas sienten su peso a causa del aceite de la devoción en el
              cual María les sazona (ver Is 10,27, Vulgata).


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