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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              la razón de que, durante su permanencia en la tierra, la
              Santísima Virgen haya adquirido un cúmulo tan inefable
              de gracias y méritos, que antes se contarían las estrellas del
              firmamento, las gotas de agua de los océanos y los granitos
              de arena de sus orillas que los méritos y gracias de María,
              y que ha dado mayor gloria a Dios de cuanta le han dado
              todos los ángeles y santos. ¡Qué prodigio eres, oh María!
              ¡Sólo  tú  sabes  realizar  prodigios  de  gracia  en  quienes
              desean realmente perderse en ti!

              223   2° Quien se consagra a María por esta práctica, como
              quiera que no estima en nada cuanto piensa o hace por sí
              mismo ni se apoya ni complace sino en las disposiciones de
              María para acercarse a Jesucristo y dialogar con Él, ejercita
              la humildad mucho más que quienes obran por sí solos.
              Estos, aun inconscientemente, se apoyan y complacen en
              sus propias disposiciones. De donde se sigue que el que
              se consagra en totalidad a María glorifica de modo más
              perfecto a Dios, quien nunca es tan altamente glorificado
              como cuando lo es por los sencillos y humildes de corazón.

              224   3° La Santísima Virgen –a causa del gran amor que nos
              tiene– acepta recibir en sus manos virginales el obsequio
              de nuestras acciones, comunica a éstas una hermosura y
              esplendor admirables y las ofrece por sí misma a Jesucristo.

              Es,  por  lo  demás,  evidente  que  Nuestro  Señor  es  más
              glorificado con esto que si las ofreciéramos directamente
              con nuestras manos pecadoras.

              225   4° Por último, siempre que piensas en María, Ella
              piensa por ti en Dios. Siempre que alabas y honras a María,
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              Ella alaba y honra a Dios . Y yo me atrevo a llamarla “la
              relación de Dios”, pues sólo existe con relación a Él; o “el
              eco de Dios”, ya que no dice ni repite sino Dios. Si tú dices
              María, Ella dice Dios. Cuando Santa Isabel alabó a María


              166   “María la humilde esclava del Señor, es toda relativa a Dios y a Cristo”
                  (Pablo VI, 21-11-1964; ver R Mat 35-37).
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