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↑ ÍNDICE


                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                   y la llamó bienaventurada por haber creído, Ella –el eco

                   fiel  de  Dios–  exclamó: Proclama  mi alma  la  grandeza del
                   Señor (Lc 1,46). Lo que en esta ocasión hizo María, lo sigue
                   realizando todos los días; cuando la alabamos, amamos,
                   honramos o nos consagramos a Ella, alabamos, amamos,
                   honramos y nos consagramos a Dios por María y en María.





                                        CAPÍTULO V

                              PRÁCTICAS PARTICULARES
                                   DE ESTA DEVOCIÓN


                   1.  PRÁCTICAS EXTERIORES

                   226   Aunque lo esencial de esta devoción consiste en lo
                   interior,  no por eso carece de prácticas exteriores, que
                   no conviene descuidar:  ¡Esto  había  que  practicar  y  aquello
                   no dejarlo! (Mt 23,23). Ya porque las prácticas exteriores,
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                   debidamente  ejercitadas,  ayudan  a  las  interiores , ya
                   porque recuerdan al hombre –acostumbrado a guiarse por
                   los sentidos– lo que ha hecho o debe hacer, ya porque son
                   a propósito para edificar al prójimo que las ve, cosa que no
                   hacen las prácticas interiores.

                   Por tanto, que ningún mundano ni crítico autosuficiente
                   nos  venga  a  decir  que  la  verdadera  devoción  está  en  el
                   corazón,  que  hay  que  evitar  las  exterioridades,  ya  que
                   pueden ocultar la vanidad; que no hay que hacer alarde de
                   la propia devoción, etc. Yo les respondo con mi Maestro:
                   Alumbre también la luz de ustedes a los hombres: que vean el
                   bien que hacen y glorifiquen al Padre del cielo (Mt 5,16). Lo cual
                   no significa –como advierte San Gregorio– que debemos
                   realizar nuestras buenas acciones y devociones exteriores
                   para agradar a los hombres y ganarnos sus alabanzas –esto

                   167  Ver san Francisco de Sales, Tratados Espirituales.
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