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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              purísimas dulzuras. Ella convertirá tu tristeza en gozo y
              tus aflicciones en consuelo.

              ¿Has perdido la gracia? Honra la abundancia de gracias de
              que Dios llenó a la Santísima Virgen y dile llena de gracia
              y de todos los dones del Espíritu Santo. Ella te dará sus
              gracias.

              ¿Te sientes solo y abandonado de Dios? Dirígete a María
              y dile el Señor es contigo más noble y está más íntimamente
              que en los justos y los santos, porque eres con Él una misma
              cosa, pues siendo Él tu Hijo, su carne es carne tuya. Y dado
              que eres su Madre, estás con el Señor en semejanza perfecta
              y  mutua  caridad.  Dile  finalmente:  Toda  la  Santísima
              Trinidad está contigo, pues eres su precioso templo. Ella te
              colocará bajo la protección y salvaguardia del Señor.


              ¿Te  has  convertido  en  objeto  de  la  maldición  divina?
              Dile:  bendita  tu  entre  todas  las  mujeres.  Te  aclaman  todas
              las naciones por tu pureza y fecundidad, tú cambiaste las
              maldiciones divinas en bendición. Ella te bendecirá.


              ¿Estás  hambriento  del  pan  de  la  gracia  y  del  pan  de  la
              vida?  Acércate  a  quien  llevó  el  pan  vivo  descendido
              del cielo. Dile bendito es  el fruto de  tu vientre, el que
              concebiste sin detrimento de tu virginidad, que llevaste sin
              trabajo y diste a luz sin dolor. Bendito Jesús, que rescató
              al mundo esclavizado, curó al mundo enfermo, resucitó
              al  hombre  muerto,  hizo  volver  al  hombre  desterrado,
              justificó al hombre criminal y salvó al hombre condenado.
              Ciertamente tu alma será saciada del pan de la gracia en
              esta vida y de la vida eterna en la otra. Amén.

              58   Concluye tu plegaria con la Iglesia y di: Santa María;
              santa  en  cuerpo  y  alma,  santa  por  tu  singular  y  eterna
              abnegación en el servicio de Dios, santa en tu calidad de
              Madre  de  Dios  que  te  dio  una  santidad  eminente  como
              convenía a esta infinita dignidad.
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